Las historias más insólitas del fútbol (Parte II)


EL MUERTO QUE HACE GOLES   

Durante la semifinal del Mundial de Suiza 1954, disputada en Lausanne, se produjo un caso extraordinario: un futbolista de Uruguay sufrió un paro cardíaco y, tras recibir una dosis de coramina —un medicamento que estimula las funciones vasomotoras y respiratorias— siguió jugando. El protagonista de la notable situación fue el delantero Juan Hohberg, quien, curiosamente, había nacido en Argentina y comenzado su carrera como arquero. Hohberg —quien ese día debutaba en la escuadra oriental— consiguió los dos goles que le permitieron a Uruguay igualar el encuentro, a los 75 y 86 minutos. Según cuenta el periodista Alfredo Etchandy en su libro El Mundo y los Mundiales, cuando el atacante marcó la igualdad, “sus compañeros le cayeron arriba en el festejo y por la emoción sufrió un paro cardíaco. Fue reanimado por el kinesiólogo Carlos Abate, quien le suministró coramina por la boca. Cuando empezó el alargue seguía afuera, pero poco después retornó a la cancha y jugó hasta la finalización de la prórroga”. En esa época todavía no estaban autorizados los cambios, y la escuadra celeste no podía darse el lujo de resignar nada porque, además del pase a la final, defendía una impresionante racha invicta de 21 partidos en Mundiales y Juegos Olímpicos. Empero, en el alargue, Hungría marcó dos veces más para redondear un marcador de 4 a 2 que coronó, más que nunca, un “partido de infarto”.

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EL PEOR DESCUIDO DE UN ARQUERO EN LA HISTORIA

Atlético de Madrid llegó una sola vez a la final de la Copa de Campeones de Europa y estuvo a cuarenta segundos de obtener el título más importante del fútbol del Viejo Continente, pero un increíble descuido de su arquero Miguel Reina lo privó del preciado galardón. La final del torneo, que enfrentó al conjunto madrileño con Bayern Munich de Alemania, se llevó a cabo el 15 de mayo de 1974 en el estadio Heysel de Bruselas, Bélgica. Al término de los noventa minutos reglamentarios, el marcador continuaba en blanco, por lo que el juez local Louis Loreaux hizo jugar el alargue de dos tiempos de quince, tal como lo establecía el anterior reglamento. A los 113 minutos, el delantero español Luis logró la apertura del marcador con un tiro bajo que superó al legendario portero Sepp Maier. Parecía que la gloria quedaba en poder de la escuadra española. Sin embargo, a segundos del final, ocurrió lo inconcebible: aún con la pelota en juego, Reina se quitó los guantes, abandonó su lugar y se los regaló a un fotógrafo que se encontraba detrás del arco. El inadmisible descuido fue aprovechado por el defensor alemán Georg Schwarzembeck quien, al notar que la meta estaba libre, efectuó un violento disparo de zurda desde treinta metros que llegó hasta las redes sin oposición. Igualado el duelo, se pactó un encuentro definitivo para dos días más tarde, en el mismo estadio, y el entrenador Juan Carlos Lorenzo decidió mantener a Reina. Nuevo error: los alemanes se impusieron por 4 a 0.

LOS FUTBOLISTAS DESCALZOS

El encuentro de fútbol que el 31 de julio de 1948 protagonizaron Francia e India en el Lynn Road Stadium, por el torneo olímpico de Londres, bien puede incluirse en la galería de los partidos más extraños de la historia. India, que nunca había intervenido en una competición internacional fuera de Asia, presentó un equipo con todos sus jugadores descalzos. Esto, en realidad, no debió ser aceptado por el referí sueco Gunnar Dahlner, porque se trata de una incorrección reglamentaria referida a la vestimenta de los futbolistas, por el peligro que representa para los pies descubiertos. Sin embargo, el partido se jugó y, contra lo que podría creerse una seria desventaja, por agarre y mayor potencia en el remate, la falta de calzado no se notó en el trámite del match. Los franceses, bien plantados en sus botines, más experimentados y con una extensa e intensa historia futbolera, tuvieron que luchar muy duro frente al desconocido e impetuoso equipo rival. La escuadra gala abrió el marcador a los treinta minutos mediante René Courbin, pero los indios no se rindieron e igualaron el tanteador a los setenta con un golazo de Sarangapari Dhanraj Raman. A solamente cinco minutos del final, el referí sueco Gunnar Dahlner cobró un penal para los asiáticos por una fuerte falta dentro del área. La ejecución estuvo a cargo del defensor Sailendra Nath Maná, quien sacó un violento disparo que salió desviado, lejos del arco que defendía Guy Rouxel. Recuperados del susto y de lo que pudo ser un gran papelón, los europeos retomaron el control de la pelota y a los 89 sentenciaron el duelo gracias a un acertado remate de André Strape. Entusiasmado por su sorprendente actuación olímpica, el seleccionado asiático se inscribió para participar en el Mundial de Brasil 1950. El sorteo lo ubicó en el grupo 3 junto a Suecia, Paraguay e Italia, pero como la FIFA, que había tomado nota de la irregularidad ocurrida en Inglaterra, se puso firme y prohibió a los indios actuar descalzos, a último momento el equipo decidió no viajar a Sudamérica. Fieles a la cultura adquirida en las calles de Nueva Delhi y Bombay, los muchachos prefirieron quedarse en casa a que se pisotee su tradición.



EL ÁRBITRO QUE SE AUTOEXPULSÓ 

Posiblemente, la expulsión más extraordinaria de la historia del fútbol se produjo en el suburbio londinense de Charlton, durante un partido de aficionados ocurrido en marzo de 1998. Con el correr de las acciones, la situación se había tornado compleja para el árbitro Melvin Sylvester, cuyos fallos eran duramente cuestionados, uno a uno, por los jugadores. En el segundo tiempo, al proseguir la andanada de reclamos, la paciencia de Sylvester llegó a su fin: ante la persistente queja a gritos de un futbolista, el referí, desbordado, lo derribó de un puñetazo en el ojo. Al darse cuenta de lo que había hecho, Sylvester, sumamente compungido, sacó la tarjeta roja y... ¡se autoexpulsó! Luego, el singular hombre de negro entregó su silbato a uno de los jueces de línea y se marchó a los vestuarios, no sin antes prometer que nunca más volvería a dirigir.

LOS HINCHAS QUE VISTIERON A LOS JUGADORES 

El 26 de marzo de 1994, Chacarita y Almagro se enfrentaron por el campeonato de Primera B argentino. Como ambas instituciones eran vestidas por la misma marca de indumentaria deportiva, Penalty, se puso en juego una copa, que quedaría en las vitrinas del conjunto vencedor. La iniciativa contó con el visto bueno de los dos clubes. Sin embargo, a la hora de salir a la cancha... ¡Sorpresa!: las dos escuadras lucían atuendos totalmente blancos. Para colmo, ninguno de los dos equipos había previsto un juego de ropa alternativo para un eventual percance. Con el correr de los minutos, un simpatizante local propuso una solución para superar el tremendo papelón: pedir prestadas a la hinchada remeras “tradicionales” a bastones rojo, negro y blanco, con el número estampado. En un abrir y cerrar de ojos, desde atrás del alambrado cayeron prendas para formar decenas de equipos, producto de la reconocida fidelidad de los seguidores de Chacarita por llevar a los estadios los colores de sus amores. Rápidamente, se armó una selección del 2 al 16 y se distribuyó entre los futbolistas, que iniciaron las acciones con 22 minutos de retraso. Finalmente, Chacarita se impuso por 3 a 2 y ganó el trofeo. Cuando el capitán Sergio Lara se acercó al directivo de Penalty para recibir el premio... ¡Otra sorpresa!: el defensor vestía una camiseta marca Taiyo, el anterior patrocinador del equipo.