El Futbolero Nostálgico IX: Hoy - Pablo Bengoechea



Por Daniel Aliaga.


AL MAESTRO CON CARIÑO

"Yo, Pablo"



Pablo Javier Bengoechea Dutra, nació un 27 de junio de 1965, en la ciudad de Rivera, Uruguay. De contextura mediana y con cara de pocos amigos, fue conocido como “El Diez”, “El Profesor”, o sencillamente “Pablo”.

Fue un futbolista que se caracterizó por su notable inteligencia para el juego, exquisita técnica, sobre todo en los lanzamientos de tiro libre, además de un fuerte temperamento que le valió ser capitán en la selección uruguaya y en el equipo más emblemático de ese país, El Peñarol (con el perdón de los hinchas del Bolso, pero es la verdad).

Ahora que se les menciona, es necesario señalar que “El Profesor” disputó nada menos que 49 clásicos, con un récord ampliamente favorable. De hecho, es uno de los jugadores que más clásicos ganó en la historia, ubicándose en el cuarto puesto de la tabla de presencias; y por si eso fuera poco, con 20 goles es el mayor anotador en la historia del duelo, entre aquellos jugadores que no se desempeñaron como delanteros. Digo, para no herir susceptibilidades.

“Yo gané un quinquenio, De León. Un quinquenio”


De Rivera para el Mundo.


Su carrera comenzó en el Oriental Atlético Club de Rivera, del lugar donde nació, para luego integrar la selección de Rivera, y pegar el salto al humilde Montevideo Wanderers Fútbol Club, equipo que lo vio un día jugando de volante central por la selección de Rivera, ganándole el solito el partido al Peñarol por dos goles a uno. La historia cuenta que después de eso, lo cogieron del cogote y se lo llevaron con ellos. Está de más decir que con el Montevideo Wanderers debutó en la profesional de Uruguay, y en su primera temporada fue subcampeón. Es decir, un tocado por la gloria. Después de casi dos años, y habiendo ya jugado por su selección, conseguiría emigrar, y sería fichado por el Sevilla FC de la Liga Española, equipo que lo acogió por cuatro temporadas.

Sin grandes títulos, ni grandes clasificaciones, consiguió hacerse un nombre y dejó un grato recuerdo por su técnica y exquisita pegada. Al cabo de esos años retornó a Sudamérica para jugar un año en Argentina, defendiendo los colores del Gimnasia y Esgrima de la Plata, que ahora juega en la B, así como tantos otros grandes (Ríver, ¡vuelve por favor!); y luego llegaría al club de sus amores, y donde ahora es leyenda, el poderoso “Carbonero”, consiguiendo con él, el segundo quinquenio de oro en la historia del club, ganando las temporadas de 1993, 1994, 1995, 1996 y 1997. Además de dos vicecampeonatos de la Conmebol, en los años 1993 y 1994.

Como diría Pedrito Eloy García Corchera: “Todo, pero todos, tienen cara de partido”




Con la “Celeste”.

Vistió la camiseta uruguaya desde 1987 a 1998. Ayudó a su selección a la obtención de la Copa América de 1987, así como la de 1995, con incidencia directa al convertir goles en ambas finales, con magistral lanzamiento de falta en una de ellas, ante Brasil. Disputó la Copa Mundial de Italia 1990, integrando una selección que por nombres (Sosa, Herrera, Aguilera, Paz, Alzamendi, Francescoli, etc.), tendría que haber conseguido más que el recuerdo de un gol al último minuto marcado por el “Muelón” Fonseca ante los coreanos, consiguiendo así una agónica clasificación a los octavos de final. Jugó las eliminatorias para Italia, para Estados Unidos y para Francia. Para recordar (aún con tristeza), el notable gol que nos marcó un quince de diciembre de 1996 en el mítico Centenario de Montevideo por las eliminatorias a Francia, que fue el segundo para los suyos, y que nos apagó la ilusión luego de que el “Viejo” Balerio, quien le había tapado un penal al mismísimo Francescoli, y después el “Chorri”, quien convertía un golazo para empatarlo y luego veía como se lo anulaban sin ninguna razón, nos habían invitado a soñar pensando que posiblemente ese partido se empataba.


“Agarra esa flor, Taffarel”



Una pasión es una pasión.

Se retiró del fútbol a la edad de treinta y ocho años, y abrió el fino restaurante “El Diez” en el coqueto barrio de Pocitos, en Montevideo. No quiso desligarse del fútbol, y durante los años 2005 a 2006, junto a su amigo Óscar “El Vasco” Aguirregaray (de quien se cuenta que Paolo Montero aprendió a pegar patadas, y el inocente Diego Lugano a meter codazos), formó parte del cuerpo técnico de Ríver Plate de Uruguay. Y en la actualidad es ayudante del entrenador Sergio Markarían en nuestra siempre querida blanquirroja.

Platón y Sócrates

Gracias Totales.

Como anécdota, la hinchada de Peñarol, como devolución de todas las alegrías que les brindó, levantó en su honor un monumento en la cancha de entrenamiento del club, “Los Aromos”.

Finalmente, gracias Profesor, siga Usted dando clases.

“No se vaya nunca Profesor”




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