“Un partido de fútbol es una negación de la realidad, un clásico es beber con ella después de haberla negado”.
Impresiones de un escritor al que todavía le emociona el sonido que hace el balón al chocar con la grama.
Marco Méndes, profesor de la PUCP y la UPC, en su columna sabatina del DT de El Comercio dijo que “Cada clásico implica una ruptura con la ‘normalidad’, ruptura enfatizada mediante el uso de apelativos superlativos (superclásicos) o metadiscursos (clásico de los clásicos)”, y también compara el “U” – Alianza con lo que dice el intelectual Mircea Eliade (estudioso de las religiones) que denomina un tiempo sagrado en contraposición a lo profano, o sea lo cotidiano. Cuando Alianza y la U juegan, todo se paraliza y hasta el policía que cuida a los barristas de la tribuna mira por el rabillo del ojo alguna jugada de peligro.
Este clásico se jugó en el Monumental a las 4 de la tarde, y fue la edición 329 (El primero se disputó el 23 de septiembre de 1928, y fue conocido como el “Clásico de los bastonazos”), y ahora sí la prefectura dio carta libre para que el aforo del estadio pudiera llenarse, sin embargo, no ocurrió.
Estuve pensando toda la tarde si iría a ver el juego a casa de un amigo, a algún restaurante o un bar de mala muerte con cervecitas bien heladas para gritar los goles, pero al final decidí quedarme en casa tirado en la cama con un improvisado pijama y un par de sánguches mixtos. Por suerte no me perdí de nada. Fue un clásico intenso, pero con poca calidad, muy trabado gracias a la colaboración del juez Víctor Hugo Carrillo y de los reclamos infructuosos de algunos jugadores.
Costitas empezó con un planteo algo defensivo. Ya vimos que Curiel no tiene la capacidad para jugar en Alianza Lima. Como comentó el periodista Pedro García durante la transmisión “Galván se lo está comiendo”. El técnico argentino dejó en la banca a Henry Quinteros y Donny Neyra que, si bien no son Xavi e Iniesta, algo más de matiz y alegría le podían dar al juego íntimo que se vio superado en muchos tramos del partido por un par de bloques cremas (Hay que decirlo, este no es un mérito de Del Solar, sino rezagos de una base que dejó el antipatiquísimo Reynoso).
Por momentos cogía el control remoto y cambiaba a ESPN para ver el Athletic Bilbao – Barcelona. Sabemos que la diferencia es amplia entre el fútbol peruano y el español, pero sin ser un clásico, los silbidos que bajaban de las tribunas en la ciudad vasca sonaban más que varias vuvuzelas.
La U plantó una defensa que ya se conoce con Galván como cabeza, Revoredo y Galliquio; y un “marcador mentiroso” (nuevo término) como Rabanal. Rainer Torres sigue siendo el motor y el eje, y Cachito el “talento”; aunque a mi criterio, quien muere, corre, come y hasta es capaz de pedirle matrimonio a sus marcas para que no se vayan, es Toño Gonzáles. Arriba, Labarthe se peleaba hasta consigo mismo, pero peleaba. Alva…bueno, si Piero jugara como declara tendríamos otro jugador en Europa.
Por momentos me paraba y bajaba a la cocina, me preparaba algo, volvía a ser presa de la televisión y el encuentro seguía en un marasmo de errores, se percibía como una sinfonía sin agudos y con puntos álgidos, sin cambiar el ritmo. Entre los pocos atrevidos, mañosos y corajudos he de resaltar al muchacho de Alianza Lima, Paolo Hurtado, quien, pícaro, encarador y valiente, cogía la pelota y llegaba hasta donde podía o le permitían Revoredo y Carmona. Mientras, “Wally” Sánchez demostró que, como diría el periodista Daniel Peredo es un “si tú quisieras”, al igual que otros tantos ¿Por qué no salieron a matarse los compadres? No lo entiendo hasta el momento. Bien sabemos que un clásico es más que tres puntos, una copa o una clasificación, pero con este resultado los dos equipos quedan muy relegados y le dan carta libre a la San Martín para llegar al Play off con más comodidad.
Narrar las jugadas del partido sería soso y por demás inútil. Periodismo 2.0 le dicen a ese que te da videítos e imágenes. Probablemente ustedes ya vieron el juego en algún lugar, comiendo con alguien (O a alguien), departiendo y bebiendo con los amigos, así que ya saben cómo ocurrió el penal y las expulsiones: Galliquio le fue con todo a Ovelar y fue bien botado, a Rainer le dio un ataque maradoniano y ¡Jua!, lo voltearon ¿Compensatorio? Hay que aceptar que en ambas jugadas Carrillo estuvo acertado. Piero Alva, quien ante Sao Paulo también erró, demostró que sus botines solo están llenos de betún y que la calidad no es un bien del que éste correcto muchacho goce.
Las últimas ediciones se juegan con cuchillo entre los dientes, con una mano atrás y otra adelante, como si te correteara un piraña en Yerbateros, pero se están olvidando de jugar, de los cambios de juego, de tirar una guacha, de la precisión y de que hay alguien en la tribuna que paga dinero para ver un espectáculo. No pido que lo hagan, pero por favor inténtenlo. Dejen lo amarrete para los Sullana - Gálvez (sin ofender), pero denle algo de nivel al clásico. Inviten a la gente a la cancha con el buen juego, no con insultos y poses de machos mexicanos.
No fue un clásico para el olvido, pero tampoco memorable. Un 0 – 0 que no aburrió, pero que no emocionó. Un encuentro que hubiera hecho que mi abuela no renegara ni que tampoco quisiera cocinarme Ají de gallina. Clásico es ganarte, pero esta vez no hubo victoria para ninguno.
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