¿Por qué odiamos a Cristiano pero admiramos a Balotelli?


Por El Rafa Nada




Balotelli intimida. 

Cristiano desespera. 

Mientras uno “celebra” sus goles con la frialdad de un psicópata, el otro lo hace mirándose en la pantalla gigante del estadio, peinado a la moda, sonrisa ensayada frente a la cámara y Balón de Oro a la vista, dicen. El italiano parece esforzarse por caer pésimo, por ser el malo y el feo de la película, pero no lo consigue por más mohicano que se ponga en la cabeza. El portugués, en cambio, es el bonito pero no el bueno, protagoniza comerciales de champú y se pregunta desde el 2010 por qué diablos los hombres no lo quieren si las mujeres mueren por él. “Me odian porque soy bonito”, dijo alguna vez, solo para exacerbar aún más la antipatía generalizada hacia su fama de futbolista que no se esfuerza tanto jugando como peinándose. "Sólo hay un futbolista mejor que yo: Messi”, dijo Balotelli, el del City, antes de ser campeón en Inglaterra, de hacerle dos golazos a Alemania y de convertirse en el “meme” de moda en las redes sociales gracias a su festejo de gladiador petrificado. 

(?)

Cristiano tiene la mala suerte de haber nacido en la misma época que un genio argentino que, a diferencia de Maradona, es humilde, callado y que no se ha metido nada más fuerte que hormonas de crecimiento. No importa lo que haga Cristiano, Messi será mejor que él para el común de los mortales. No interesa que su pegada sea superior a la del hombre del Barza (discutible, tal vez), que su padre haya fallecido por un alcoholismo severo y que minutos después haya jugado por la selección portuguesa, en un claro ejemplo de profesionalismo. Tampoco que le dedique los goles a su hijo y única debilidad: Cristiano Ronaldo Jr, que sea hasta el momento el pase más caro en la historia del fútbol (94 millones de euros le costó al Madrid), ni que tenga mejores campañas mundialistas que La Pulga o que haya donado 120 mil dólares a Indonesia luego del Tsunami. Cristiano, el ex Sporting de Lisboa y Manchester United, tiene una carrera intachable pero está condenado a sufrir, injustamente, lo mismo que sufre Bart Simpson frente a su hermana Lisa. Es la maldición de vivir en un mundo que busca némesis y héroes, buenos y malos, He-Man contra Skeletor, Cantinflas versus su telenovelesco villano de turno. 

Cristiano apuntándole a tu flaca (?)

La regla, entonces, parece ser “odiemos a Cristiano y amemos a Messi”. ¿Por qué tanto? Quizás porque Cristiano es todo lo que quisiéramos ser y no podemos: millonario a los veintisiete años, indiscutiblemente talentoso, famoso a nivel mundial, con autos de lujo, casas de lujo, una vida de lujo asegurada y capaz de robarse a las enamoradas de todo Gótica y Sargento, con la rapidez de uno de sus tiros libres. Por supuesto que además es soberbio, como lo sería la mayoría de nosotros en su lugar, ¿o no? 

En pocas palabras, Cristiano es una amenaza, una ofensa a una especie imperfecta, una cachetada al hombre común que no se ve tan bien como él cuando suda. El único que puede derrotarlo y borrarle esa sonrisa de supremacía de la cara, hasta el momento es Messi, un latinoamericano más pequeño que el promedio, timidón, que no sale con súper modelos rusas y que tiene el aspecto de estar asustado todo el tiempo. En resumen, un tipo al cual podríamos pegarle con algo de suerte y mucho trago, el defensor de los frustrados que, aunque también es millonario, joven, famoso y talentoso, no nos lo refriega en la cara y se tapa sus riquezas.

CR7 víctima de las sangronas de Gótica y Sargento (?)

Mario Balotelli encaja en el rubro de los villanos, de los némesis como Cantona y “El animal” Edmundo, pero lo suyo supera cualquier encasillamiento por una sencilla razón: a “Super Mario” le importa un bledo lo que digamos de él. Así, entonces, no es divertido criticarlo, porque todo le rebota, porque todo le da lo mismo y, lo más importante, nada lo hará cambiar. Balotelli se ha peleado con gente de peso, como Buffon, Thiago Motta, Pirlo, Prandelli y Mourinho, cuando jugaba en el Inter. Ha tenido, además, declaraciones terribles, que en la boca de Cristiano habrían significado una crucifixión segura pero que con él, en cambio, merece la justificación de más de uno. Lo perdonamos por su juventud y, sobre todas las cosas, por haber tenido una niñez dura: hijo de ghaneses, fue dado en adopción a una familia italiana, pudiente, capaz de lidiar con un problema estomacal en el pequeño Balotelli que incluso estuvo a un paso de llevárselo hace veinte años, cuando nadie le auguraba un futuro brillante en el fútbol. En ese momento, Ghana perdió a un crack. 

Internet sirve para cosas como esta

En cuanto a sus celebraciones contenidas, lo suyo es admirable. Aguantarse la felicidad es incluso más difícil que reprimir la ira. Por esa razón hay tanta gente estúpidamente feliz en el mundo. Ahora, si le haces dos goles a una Alemania favorita, dejas de rodillas al portero como una marioneta con las cuerdas rotas y encima de todo te has enterado hace unas horas que vas a ser padre (aunque luego el buen Mario haya pedido prueba de ADN), poner cara de serio mientras tus compañeros te abrazan y un país entero celebra tu hazaña, es digno de aplauso. El psicólogo Daniel Goleman lo llama “inteligencia emocional”, esa cualidad por la que algunos son capaces de conocer las emociones y manejarlas. Balotelli no quiere saber nada de teorías y es más práctico cuando resume todo con esta frase: "cuando convierto un gol no lo celebro porque es mi trabajo. Cuando un cartero entrega una carta, ¿acaso lo celebra?". 

Al parecer, Cristiano sí lo haría si trabajara para FedEx.