Tercer matrimonio (?) en esta sección y nada menos que nos detendremos en dos grandes de América Latina, o bueno, dos equipos importantes, en fin, con estos dos clubes (?).
Es sabido que chilenos y peruanos no tienen buena relación entre sí. Se dice que son los segundos los que odian a los primeros y que al revés la cuestión no es tan así. Lo concreto es que quedó una especie de síndrome post-bélico que al día de hoy sigue haciendo mella en los habitantes de ambos países. Nos referimos a la Guerra del Pacífico, un conflicto que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia entre los años 1879 y 1883. Esta guerra, conocida también como la del Guano y el Salitre, se llevó a cabo por una disputa territorial y la victoria fue chilena, valga el oximoron (?). Chile se quedó con un cacho de Bolivia, un cacho de Perú y además con depósitos de salitre que oh casualidad, enseguida fueron comprados por capitales británicos. Para variar, los chilenos tenían el apoyo sajón en un conflicto bélico. En concreto, desde entonces, y siendo que además esta guerra desató una guerra civil en Perú a su término, estos dos países no han logrado entablar una relación cordial y muchas veces se cultiva un antichilenismo y un antiperuanismo en las respectivas naciones.
Pero el fútbol, siempre, une. Y hoy presentamos un nuevo caso. Tanto Colo Colo como Alianza Lima, en cada uno de sus países, concentran la mayor cantidad de hinchas. Son dos equipos grandes, venidos un poco a menos de acuerdo a los avatares de su historia, pero jamás renuncian a su popularidad. Más allá de haberse enfrentado numerosas veces en competiciones internacionales o amistosos, hay un momento clave que significa el nacimiento de esta relación.
Hacia 1987, Alianza Lima, hablando de hegemonía, era uno de los mejores equipos de la región. Era el puntero del torneo y mostraba un fútbol de vuelo con un grupo de jóvenes jugadores que enorgullecía a su público y al espectador general. A falta de poco para terminar el campeonato, el equipo debía viajar a Pucallpa, una ciudad en el llano amazónico que esta a casi 800 kilómetros de Lima. Alli enfrentó al Deportivo Pucallpa y consiguió la victoria con gol de Bustamante. El problema estuvo en el regreso. Los “íntimos” fletaron un charter para volver, un Fokker que usaba la Marina peruana. que se precipitó al mar causando la muerte de 43 personas. Solo tuvo un sobreviviente, el piloto, Edilberto Villar Molina. Todos los jugadores de Alianza, cuerpo técnico, árbitros y demás pasajeros y tripulantes fallecieron en la Tragedia de Ventanilla.
Alianza terminó ese campeonato como pudo, con jugadores juveniles pero también con cuatro jugadores de Colo Colo (entre ellos José Letelier), que, solidarios, no dudaron en ir a darle una mano a la institución amiga. Había buena relación entre ambos clubes pero este hecho puntual fortaleció el lazo para siempre. Digamos que por década un temita de esto teníamos, la tragedia de Superga (allí nacería la amistad entre River y Torino de la que nos ocuparemos), la de Manchester United (de la que zafó Bobby Charlton), la del Green Cross y en la década del 70 los rugbiers uruguayos y tal vez desde allí el nacimiento del sí se puede (?).
Ese torneo fue ganado por los sin código de Universitario, pero mucho no le interesó a nadie. En pericias realizadas muchos años después, sumada una serie de investigaciones formalizadas por la propia Marina de Perú, se comprobó que el Fokker tenía fallas mecánicas, que el piloto no tenía aptitudes para el manejo en vuelos nocturnos y que además había cocaína en las bodegas del avión, lo cual también posibilita la hipótesis de que el avión fue objeto de una guerra de narcotráfico. En concreto, que un avión militar tenga uso comercial habla un poco de la situación de Perú en ese momento también, además de que la marina de dicho país siempre puso trabas a la investigación.
Uno de los jugadores que perdió la vida fue Luis Escobar, una de las mayores promesas que tenía Perú en ese momento, que había debutado en primera a los 14 años y al momento del accidente tenía 18. Esta generación de pibes de Alianza, conocido como Los Potrillos, podría haber sostenido a ese Perú que tanto se destacó en las dos décadas anteriores. Pero nos tuvimos que conformar con los Muchotrigo y Acasiete (?).
Fueron numerosas las muestras de solidaridad luego del accidente. Hasta el propio Bobby Charlton envió sus condolencias, el mismísimo Teófilo Cubillas, que se había retirado, dijo que si era necesario se ponía los cortos para dar una mano y así lo hizo, fue técnico y jugador. El presidente Alan García puso a disposición diversos estamentos del gobierno para ayudar, siendo además que era aliancista y Peñarol, que estaba por disputar su partido por la Intercontinental salió a jugar la final con crespón negro. Y, por supuesto, el Colo Colo colaboró con todo lo que estuvo a su alcance, lo cual no sería olvidado jamás por el Alianza.
Y a partir de allí quedaría sellada la amistad, que persiste hasta el día de la fecha. Y que además es refrendada con encuentro entre hinchas, partidos amistosos y numerosas actividades entre los clubes que van más allá de lo futbolístico. A ello le sumamos detalles, como que por ejemplo sus eternos rivales son la “U” y que no se trata de una amistad entre barras, sino que trasciende al común de los hinchas. Ese es el espíritu de esta sección, encontrar el lazo afectivo no por un grupo de lúmpenes que comparte un asado y comentan sus andanzas de mercenarios sino de aquellos hinchas que pueden sentir el cariño por otra institución atendiendo a cuestiones más genuinas, que pueden ser la solidaridad, la cercanía, la ideología, un enemigo en común (?).
Acá, esta “amistad sin fronteras”, como les gusta decir a las hinchadas de ambos clubes. Las rencillas entre peruanos y chilenos quedan a un segundo plano si hablamos de los grones y los albos, que incluso se juntan para recaudar fondos con los terremotos que tienen cada dos por tres (?). Alianza Lima y Colo Colo, una amistad pura y latinoamericana.
Ya hicieron asados (?):