Por Chino Moreno.
De tal palo tal astilla, toma de propia medicina. En fin. Sólo son palabras que nos ayudan a graficar el fenómeno de los tan odiados personajes del fútbol. Un ejemplo claro es el de Héctor Arturo Sanhueza y Diego Cagna. El primero uno de los que habla fuerte en Colo Colo. Capitán desde hace años y que el emblema de Boca Juniors lo dejó en el olvido.
El oriundo de Concepción, tras su lesión en una de sus rodillas y su fallido paso al Atlante y a Banfield, fue otro y bajó su nivel ostensiblemente. Es como un auto que tiene que ir al mecánico, le hacen ajuste de motor y anda en rodaje durante muchas semanas. Al “Rey” le pasó lo mismo y su corona, ahora, le pertenece al técnico. No tiene voz ni voto en el camarín.
La situación es tan oscura para Sanhueza que para el partido, donde el Colo pelea por el título, fue dejado fuera y un chibolo como Luis Pavez ingresará como titular. Cagna, en una de las declaraciones, dijo que “¿Qué tan mal vi a Arturo para no citarlo? Lo necesariamente mal para que no esté”.
Perder la confianza del técnico, sin duda, es un golpe duro para cualquier jugador, sobre todo para Sanhueza, un tipo que le gusta la cizaña, calienta los clásicos y siempre se protege con los del camarín. Pero como dice la canción de los cabritos de Kudai: “ya nada queda”.
Es más. El campeón con la xeneize le quitó la jineta de capitán al ex Wanderers y Fernández Vial. Entonces está más claro que el agua: Sanhueza terminó su siglo en Colo Colo. El problema es que con tantos anticuerpos que genera, ¿dónde va a culminar su carrera?.
Nadie puede desconocer que fue uno de los pocos que hablaba cuando había que hacerlo y que metía en la cancha más huevos que arroz chaufa. Sin embargo, con 31 años, y una rebelde lesión poco y nada se puede hacer. En este caso, la soberbia te jugó una mala pasada Arturito y tendrás que agachar el moño como se dice en el país del sur.
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