Guillermo La Rosa fue el último anotador peruano en un Mundial de fútbol, ese bien esquivo al que no vamos hace 27 años. Antes, en 1981, había sido el ídolo de un capo de la mafia, un hombre poderoso, multimillonario, asesino. ¿Qué se siente fallar un gol en una práctica de fútbol delante de Pablo Escobar, el narcotraficante más hincha del Atlético Nacional de Medellín?
El Tanque de pie a la derecha. |
Un texto de "La hija del jugador".
Nunca fui muy aficionado al fútbol. Pongámoslo así: de niño jugaba béisbol y veía Johnny Bravo, prefería escuchar a José Luis Perales junto a mi madre antes que rasparme las rodillas y ensuciarme los tobillos. Así era: tímido y silencioso. Sin muchas palabras y con mamitis aguda, vivía escuchando las melodías de un español romántico. Sabía que el mundo era redondo pero no me creía eso de que tenía forma de pelota. Ahora, con 20 años encima, recuerdo un bar lleno de gente. La sensación es la de un delantero que tiene que atravesar doble línea de defensores para hacer un gol. Algo así. Un bar lleno de gente pero estoy solo. Las risas del lugar eran la música que conmemoraban ese fin de semana. Entre tanta risa, una copa de Cosmopolitan me sonreía. Me tentaba.Tenía 19 años, la piel de ébano y los ojos grandes. El pelo tan lacio como sólo el estilista podía hacerlo, una sonrisa que se me hacía conocida, un escote desconocido. Y tomamos un par de tragos. Y hablamos del mundo y del otro mundo. Su nombre, María Claudia. Su apellido, imposible saberlo: jamás se lo pregunté. Tomaba pequeños sorbos de su bebida color rosa y mordía la cereza como si fuera la última de su vida, con paciencia y encanto. Hablamos de trivialidades, cosas generales y sin mucha importancia.
Hasta que le tocó hablar de fútbol. Una chica hablaba de fútbol. No sé por qué motivo sus palabras me permitían imaginarme aquello que yo creía un cuento. Esa noche en el bar terminamos hablando de la noche en un estadio de fútbol. Esa noche, Perú había perdido. María Claudia me hablaba de una historia de los años setenta, cuando Perú clasificó al mundial de Argentina 78. Uno de los camerinos sudaba miedo y en el otro el presidente general Jorge Rafael Videla, decía cosas, pedía cosas. El escritor inglés David Yallop publicó en 1999 un libro llamado “How they stole the game” (“Cómo robaron el juego”). Dice que hubo algo extraño en ese Argentina-Perú de semifinales. María Claudia no había nacido pero me contaba la historia como si hubiese estado ahí, en la platea del estadio de Rosario Central. O en vestuario mismo Me contó muchas otras historias pero fue una en especial, un personaje en particular, el que llamó mi atención.
Hasta que le tocó hablar de fútbol. Una chica hablaba de fútbol. No sé por qué motivo sus palabras me permitían imaginarme aquello que yo creía un cuento. Esa noche en el bar terminamos hablando de la noche en un estadio de fútbol. Esa noche, Perú había perdido. María Claudia me hablaba de una historia de los años setenta, cuando Perú clasificó al mundial de Argentina 78. Uno de los camerinos sudaba miedo y en el otro el presidente general Jorge Rafael Videla, decía cosas, pedía cosas. El escritor inglés David Yallop publicó en 1999 un libro llamado “How they stole the game” (“Cómo robaron el juego”). Dice que hubo algo extraño en ese Argentina-Perú de semifinales. María Claudia no había nacido pero me contaba la historia como si hubiese estado ahí, en la platea del estadio de Rosario Central. O en vestuario mismo Me contó muchas otras historias pero fue una en especial, un personaje en particular, el que llamó mi atención.
Ella era la hija del ‘Tanque’ Guillermo La Rosa, el último gran centrodelantero que tuvo el fútbol peruano. Esta es su historia. Tenía 17 años cuando comenzó a jugar en el Porvenir de Miraflores, pero fue en el año 1979, después de jugar su primer mundial en Argentina 78, en que un empresario colombiano le ofreció jugar por el Atlético Nacional de Medellín.Podía ser el capo de Medellín. En aquella época el Perú estaba gobernado por los militares.
El general Remigio Morales Bermúdez era el presidente. Y creó una ley en la que ningún jugador necesario para la selección podía jugar por ningún equipo del extranjero. El ‘Tanque’ tuvo que estacionarse en Matute, la sede de Alianza Lima, su club, nada más. La dictadura le negó el pase y la posibilidad de brillar en Colombia. Y hacer goles. Y ganar dinero por ello. Fue después de consultar a varios abogados y con la ayuda de Luis Alberto Sánchez, uno de los fundadores del APRA, que Guillermo La Rosa logró enviar una carta al Palacio de Gobierno: pedía libertad para elegir el lugar de trabajo que él quisiera.
Los medios de comunicación, la gente y el apoyo de sus compañeros fueron fundamentales. Sin embargo, no obtenía respuestas. Intercedió el hijo del presidente, que había trabajado en la unidad técnica de la selección peruana en el año 78. Y fue crucial para que comenzaran las negociaciones.“Me tocó ir hasta el Palacio de Gobierno a pedir permiso porque quería ir a Nacional”, dice él, 29 años después. “Nunca será borrados de la memoria colectiva de los hinchas verdes”, describe mejor un fanático en Internet. No miente. Finalmente el 6 de junio, el mismo día de su cumpleaños, logró que le otorguen el pase y con ello abrió una puerta para que otros jugadores puedan realizarse en el extranjero.La historia dice que tras un campeonato fabuloso en 1981, el Tanque y César Cueto, compadres y amigos, se convirtieron en los capos de Medellín. Un hombre luchador y de convicciones.
Colombia su tierra prometida. “Mi primer amor”, declaró hace poco La Rosa en un diario colombiano. “La Rosa era un delantero potente, que pese a su corpulencia tenía una facilidad increíble para zafar de la marca de los defensores”, lo define Mario Fernández, el periodista más experimentado de la sección Deportes del diario El Comercio. “Y no te olvides de su buena cabeza: impecable”, Es 2009. Han pasado 28 años. Humberto Martínez Morosini dice que faltan cuatro minutos para el final del encuentro. Su voz es nítida, pese a ser un casete de VHS que ha sido trasladado al digital y está en YouTube.
Es el Colombia-Perú por las Eliminatorias al Mundial de España 82. 40 minutos, 34 segundos, se ve en el marcador del tiempo en las imágenes de Panamericana Televisión. Guillermo La Rosa es el centrodelantero de Perú que no aparece en escena pero ya saben: los mejores 9 siempre están. Barbadillo hace un amague y tira el centro con izquierda. No es un mago -parecía- pero Gerónimo hace aparecer un Tanque en El Campín de Bogotá. Ahí, en plena cancha, La Rosa se eleva, se suspende y marca de cabeza el 1-1. La cámara sigue el festejo y otra vez oculta el truco: La Rosa ya festejó delante de Carlos Bilardo, el entrenador argentino de Colombia, que no había nada generoso con el atacante. Había cuestionado su capacidad goleadora.Esa vez el Narigón vio el Mundial español por la tele. La Rosa hizo el último gol peruano en las Copas del Mundo: ante Polonia.Digo bien; un misilazo del Tanque.
Continuará...
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